LARRAÑAGA Y LA CIENCIA MODERNA

Leticia Camejo

Resumen


Resumen corto

 

            Esta contribución pretende hacer un breve recorrido por los trabajos naturalistas de Dámaso Antonio Larrañaga, con el objetivo de identificar las fuentes de las cuales se nutrió su obra, que marca la introducción del naturalismo científico en el Uruguay. Se realiza un rastreo de la influencia de la taxonomía de Linneo en la obra de Larrañaga, y su posterior sustitución hacia la de Jussieu. Por último se intenta determinar el lugar que la enseñanza científica tiene para Larrañaga, tanto a través de la instalación de la Biblioteca Pública, como a través de la revisión del plan de estudios presentado por el padre Camilo Enríquez.

En 1771 nace en Montevideo uno de los exponentes más importantes (y también más olvidado) de la Historia de la Ciencia uruguaya el Pbro. Dámaso Antonio Larrañaga. Como el mismo Falcao Espalter entiende podemos considerarlo el fundador de la ciencia en el Río de la Plata, y siguiendo a Ardao el primero de nuestros hombres de ciencia si tenemos en cuenta que Pérez Castellano no puede ser considerado tal por carencia de fundamentos metódicos.

Ahora bien que sea el más olvidado no es motivo suficiente para desconocer por ejemplo el empeño de hombres como Don Alejandro Gallinal para que los escritos del Pbro. se publicaran. Primero a través de la presentación de un proyecto ordenando la publicación de los escritos de Larrañaga, proyecto que fue sancionado y que es Ley de la nación desde 1915, pero aun así permanecieron inéditos. Razón por la cual Gallinal en segundo lugar en nota al Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay ofrece costear la edición total de las obras de Larrañaga. Gracias a los esfuerzos de Gallinal y otros hombres es que hoy podemos contar con la mayor parte de las obras de Larrañaga.

Este trabajo tiene como objetivo trabajar dos aspectos, que merecerían un tratamiento mucho más arduo. En primer lugar se presentará a Larrañaga como un naturalista que se acerca a la naturaleza a partir de los conocimientos de los máximos exponentes de la ciencia en aquel momento como ser Linneo o Cuvier. Aunque sería objeto de un trabajo posterior desarrollar la influencia de tales científicos (entre otros) en la obra del presbítero. En segundo lugar lo que nos interesa es mostrar el lugar que para Larrañaga ocupaba la enseñanza de la ciencia en este joven país que estaba surgiendo.

Cabe resaltar a Larrañaga como un naturalista en el sentido moderno del término en cuanto se dedicó a la botánica, zoología, geología, mineralogía, meteorología, y yendo más allá de las ciencias de la naturaleza se interesó por la lingüística, la antropología, y la historiografía referidos todos ellos a nuestro país. En los siglos XVIII y XIX, el término historia natural se usó con frecuencia para referirse a todos los estudios científicos, en oposición a la historia política o teológica.

Mauricio Nieto dice que los naturalistas del siglo XVIII hacen del estudio de la naturaleza un elemento esencial de una educación civilizada; la habilidad de comentar una colección es una muestra de educación. Los naturalistas tienen una importante función social en la medida en que hacen de la naturaleza, de lo salvaje algo ordenado y placentero. La naturaleza bruta debe ser organizada por el hombre.

Teniendo en cuenta lo anterior podemos decir que Larrañaga es un hombre curioso de los problemas de la naturaleza en todos sus órdenes. Esta curiosidad por la naturaleza y la descripción de la misma se observa desde muy joven tal como lo atestigua Algorta Camusso en tanto “encargaba a todos le llevasen nidos, pájaros, flores raras y plantas poco comunes”. (En Alves Patiño, 1953: 140)

También es importante resaltar que el interés por la ciencia ya se encuentra presente en su Tesis de Filosofía (1792), dicha tesis se refiere a toda la filosofía enciclopédica de la época: teología, metafísica, ética, lógica, y psicología; ciencias matemáticas y ciencias de la naturaleza. Ardao en “Etapas de la Inteligencia Uruguaya” nos hace saber que en las tres cuartas partes de la tesis se enuncian diversas leyes y teorías científicas, citando a Copérnico, Newton, Euler, Feijóo, Nollet, Appleby, Poissonier, Gauthier. En dicha tesis se refiere a la Mecánica Universal, Estática, Hidrostática, Física especial, los meteoros, las cualidades sensibles de los cuerpos, entre otros. Además Ardao destaca que en cuanto al significado filosófico se encuentra en dicho trabajo una explicación estrictamente mecanicista, y por consiguiente de marcada inspiración moderna sobre la vida animal y vegetal.

Larrañaga fue un autodidacta, y el primero de entre los grandes naturalistas americanos nacido en suelo americano ya que los anteriores eran europeos (sino tenemos en cuenta a los pueblos indígenas que conocían las propiedades y usos de un buen número de plantas de nuestro continente). Es preciso señalar que hombres de ciencias llegaron en viaje de exploración y estudio de flora y fauna americanas, entre los que podemos destacar a naturalistas como Antonio de Pineda, Tadeo Haenke, y Luis Nee –este último por ejemplo integraba la expedición de Alejandro Malespina que recorrió América entre 1789 y 1794 – sin olvidarnos por supuesto de  Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland entre otros.

Como autodidacta Alfredo Castellanos dice que creó su propio instrumental, aprendió inglés y francés gracias a lo cual pudo tomar conocimiento de algunas de las principales publicaciones científicas del viejo mundo. Es realmente asombroso cómo pudo adquirir un caudal de conocimiento tan vasto con tan pocos medios, si tenemos en  cuenta que su biblioteca en materia científica era muy escasa, su instrumental también al igual que rudimentario. En carta a Barcelona de 1804 (carta que daría cuenta de sus primeras investigaciones naturales), Larrañaga en ocasión del envío de semillas, manifiesta que las mismas han sido clasificadas siguiendo la clasificación de Linneo en cuanto a frases y sistemas refiere. Esto se debe a que no tiene contacto con ningún botánico, así como por el hecho de que no hay Herbarios, jardines y lo que le era más doloroso los libros eran caros y raros.

Marañon agrega que la vocación es una cuestión de fe no de técnica. La vocación de Larrañaga es claramente una cuestión de fe, de labor científica al servicio de sus compatriotas lo cual puede observarse en el siguiente pasaje, de El Universal (14/10/1832):

“Siempre esperé que llegaría el tiempo de esta suspirada y venturosa época en que mis ocios serían útiles a mi Patria y a los progresos de las Ciencias, porque sabía que exploraba un país virgen y feracísimo, viéndome en la precisión de poner como Adán, nombre a casi todas las producciones que se me presentaban, para darme a entender a los sabios”.

En esta cita se ve el empeño de Larrañaga como buen naturalista de ponerle nombre a lo que se le presentaba, en ese intento de ordenar esa naturaleza que se presenta salvaje.

Sabemos por el propio Larrañaga que ese ordenamiento de la naturaleza lo hizo en principio siguiendo los cánones de Linneo, a quien llamaba “resplandeciente Estrella Polar del Norte”. (Larrañaga, 1923: 268) En carta del 26 de febrero de 1818 a Aimé Bonpland le manifiesta haber emprendido “el vasto proyecto de describir científicamente los tres reinos de la Naturaleza de este País, siguiendo el Sistema Naturae de Linneo, edición Gmelin”. Vale la pena recordar que Linneo en su Sistema Naturae (1735) estableció una “nomenclatura binomia” según la cual cada especie recibe un doble nombre en latín- un sustantivo (nombre genérico) y un adjetivo. De esta manera todo animal o planta conocido hasta el momento tenía su sitio en una clase, orden, género y especie.     

El sistema de Linneo es un sistema artificial de clasificación que organiza la naturaleza en un sistema de categorías jerárquicas ordenadas de inferiores hasta superiores siguiendo la concepción aristotélica. Dicho sistema era simple y fácilmente utilizable por cualquiera que tuviese mínimos conocimientos.

Cabe destacar que las referencias a Linneo no solo aparecen en epístolas sino también en “Botánica” y en “Diario de historia natural”. Castellanos recuerda que Botánica es su obra de mayor valor científico, y que ese valor reside en el trabajo de sistematización de carácter científico, que mereció el reconocimiento de algunos de los más grandes hombres de ciencia de la época. A su vez Falcao Espalter resalta respecto a Botánica que para Larrañaga la labor estaría en recuperar la prioridad de clasificación y de descripción de miles de plantas y de varias docenas de animales entre aves y mamíferos algunas más exactas o apropiadas que las traídas por el ilustre viajero francés D’ Orbigny. (Falcao Espalter, 1926: 106) Este último fue enviado por el Museo de Historia Natural de París en viaje de exploración científica; tras dicho viaje, D'Orbigny escribió una obra monumental, que constituye un relato histórico referido al Río de la Plata.

Volviendo a Larrañaga, si bien se ciñó al sistema de Linneo para clasificar las especies, no tuvo inconvenientes en apartarse del mismo tras las rectificaciones que en ocasiones consideró necesarias, y pasó a aplicar el sistema expuesto por Antonio Lorenzo de Jussieu.

En carta a Augusto de Saint- Hilaire del 16 de febrero de 1821, se nota cierta crítica aunque muy modesta hacia Linneo al llamar a aquellos que estuvieron en este reino como Luis Nee y otros “ciegos sectarios de Linneo quienes habrían hecho poco caso del método natural”. Además en otra carta (8 de febrero de 1822) a Saint Hilaire hace referencia a la profundidad del sistema de Jussieu, también hace referencia al botánico en su Botánica, al describir un nuevo género (Jussiea en español, Jussié en francés, Jussiea en inglés). Allí hace honores a esta familia de botánicos, pero particularmente del sobrino Antonio Lorenzo de Jussieu dice que su método natural rivaliza con “las glorias del Legislador de la Botánica”.

El sistema de Linneo de clasificación de las plantas, era a decir de Sedwick y Tyler un sistema artificial ya que se basaba en los caracteres de los órganos sexuales de las flores. Bernardo de Jussieu elaboró en Le Jardín Du Roi de París un sistema más natural, que fue publicado por su discípulo y sobrino Antonio Lorenzo de Jussieu en su Genera Plantarum (1774). En esta obra Jussieu clasifica (esta clasificación se encuentra transcrita en Botánica, pág. 269) a las plantas en tres grandes grupos, ellos son: acotiledoneas (criptógamas y algunas monocotiledóneas mal interpretadas) monocotiledóneas y dicotiledóneas  (incluyendo gimnospermas). En los dos últimos grupos utilizó caracteres que actualmente se emplean para distinguir familias: ovario supero /ínfero, estambres libres/ unidos a la corola, pétalos libres/ fusionados, etc. Dividió las plantas en 15 clases y 150 órdenes naturales (familias), aunque muchas de ellas eran artificiales la mayor parte de ellas son aceptadas actualmente.

De todas maneras a diferencia de Linneo el sistema de Jussieu era más natural, por lo que hay que hacer algunas precisiones. Linneo al crear su sistema creía que este representaba el plan divino de la Creación, y además que la mayoría de las especies habían sido creadas exactamente con las mismas características que tienen en la actualidad. Es decir para él las especies no variaban, las mismas no estaban sometidas al cambio; sino que eran como Dios las había creado. Sin embargo, autores posteriores a él entre los que podemos mencionar a Buffon consideraban que las especies tenían capacidad para modificar su estructura.

El reconocimiento de los patrones de variabilidad de las especies pasó a ser considerado como una realidad y no como una construcción de la mente humana, esto vino aparejado con la introducción de la noción de tiempo (pensamiento evolutivo) y las relaciones de las especies con formas anteriores.

El problema pasó a centrarse en la búsqueda de discontinuidades en la naturaleza, aproximación que vino a denominarse “Método Natural”. El establecimiento de la familias modernas fue llevado a cabo principalmente por botánicos franceses a finales del XVIII que nunca siguieron el sistema sexual de Linneo (entre ellos Jussieu). (En Estrada Javier,  www.botanica.ciens.ula.ve).

Teniendo en cuenta lo último que se ha dicho, podemos aventurar que Larrañaga continuó utilizando el sistema de Linneo dado que el mismo era de muy fácil aplicación aún para aquellos que no tuvieran ningún conocimiento, (y por esta misma razón es que dominó durante el siglo XVIII y principios del XIX). Pero que se inclinó a utilizar el sistema de Jussieu para clasificar plantas porque el mismo respondía a un método natural, que abandonaba la clasificación según los caracteres sexuales.

             En el siglo XVII se aceptó una interpretación literal de la Creación del Génesis; por lo que la si la Tierra solo tenía unos cuantos miles de años de edad no era posible concebir cualquier proceso gradual de desarrollo. Dios había creado las plantas, los animales y los seres humanos de forma directa de sus antepasados originarios. Los naturalistas de la época justificaban la exploración científica del mundo natural sobre esa idea. Aunque no creyeran en el Jardín de Edén, los naturalistas del siglo XVII podían recurrir a una teología natural mediante la cual el estudio de los seres vivos pondría al descubierto la idea de Dios.

Falcao Espalter plantea que las teorías materialistas propagadas por Lamarck, precursor de Darwin, ya se habían difundido y tomado lugar en los claustros científicos de Europa, por lo que Larrañaga pudo leer desde Buffon insinuaciones sobre los orígenes de la especie humana.

            Sabemos que Larrañaga en su “Memoria Geológica sobre la formación del Río de la Plata” trabaja ciertos tópicos respecto a la interpretación bíblica de la edad de la tierra, tanto es así que está de acuerdo en una edad de la Tierra de cinco o seis mil años, pero por otro lado tiene la convicción de que en algún momento “el mar ha cubierto toda la superficie de la Tierra a un mismo tiempo” (Larrañaga, 1923: 9), lo que explicaría por ejemplo la presencia de conchillas marinas en la cima de altas montañas. Sin embargo, propone que las formaciones de conchillas por él observadas en Uruguay y en Argentina no son producto de este fenómeno, sino que fueron originadas por un proceso de cambio gradual que se ha dado y se ha documentado desde hace miles de años: el avance y retroceso de los mares.

No es objetivo de este trabajo rastrear las ideas geológicas de su Memoria, y las posibles contradicciones o no que estas tendrían con la interpretación bíblica; pero sí sería sobremanera importante en un trabajo posterior determinar si podemos caracterizar a Larrañaga como naturalista no solo en cuanto al estudio de la naturaleza que este hace, sino también en cuanto defensor de que el estudio de los seres vivos pondría al descubierto la idea de Dios.

Además sería interesante vislumbrar si lo que dice Nieto al caracterizar a los naturalistas europeos puede ser aplicado a nuestro presbítero (en cuanto naturalista americano), a saber lo siguiente:  “Este proyecto global de ordenar la creación de Dios necesariamente implicó la reincorporación de la naturaleza en un patrón de unidad y orden eurocéntrico y cristiano. La visión europea-cristiana de la naturaleza nunca abandonó la idea de que el fin de la creación y de cada uno de sus objetos era el beneficio del hombre. Siempre hubo, como lo ejemplifica la obra de Linneo, una visión teleológica y funcional de la naturaleza, como si ésta hubiese sido creada para el hombre, y en particular para el hombre europeo.” (Nieto, en www.icanh.gov.co)

Cabe preguntarse qué lugar ocupaba la enseñanza de la ciencia, sobre todo si tenemos en cuenta que la bibliografía científica en estos lugares era escasa. Siguiendo a Ardao no queda más que considerar a Larrañaga como un milagro puesto que la educación científica en nuestro país comienza recién a ser organizada en la década del 70. Las ciencias naturales que estaban contempladas en el plan universitario del 49 a través de una facultad que nunca funcionó, no tenían lugar en nuestra enseñanza pública. En la década del 70 Ángel Floro Costa y José Pedro Varela iniciaron una campaña que llamó la atención acerca de la ciencias naturales; lo que se tradujo en la instalación de las primeras cátedras de la Facultad de Medicina. Ardao dice que no se puede desconocer que además de Larrañaga otros hombres cultivaron las ciencias naturales como Pérez Castellano, Vilardebó, los franceses Gilbert e Isabelle, y Arechavaleta; pero el estudio de las ciencias naturales de forma sistemática faltaba por completo en la cultura ambiente del país.

La curiosidad de Larrañaga se transforma en deseos de saber, y destaca que toda su formación científica en la materia se debe al conocimiento del sistema de Linneo, cuya clasificación botánica dominaba entre los naturalistas de mediados del siglo XVIII.

En cuanto al lugar qué ocupa para Larrañaga la educación científica es bueno referirse al pedido de instalación de una biblioteca pública. Tanto en el pedido de la instalación de la Biblioteca Pública (Montevideo, agosto 4 de 1814), como en la “Oración Inaugural” tuvo oportunidad de manifestar sus ideas acerca del estudio de otras varias ciencias.

Lo que Larrañaga venía constatando era que la pobreza y el estancamiento en nuestro país se debía a los escasos progresos que se hacían en las ciencias y en los conocimientos útiles, artes y literaturas. Por lo que la única forma de remediar tal situación era a través de la formación, de la ilustración de los hombres (para utilizar un término moderno) en aquellos terrenos que permitieran que el país saliera de su letargo. Pero tal formación, a falta de maestros en todos esos ámbitos, debía ser suplida por los libros, que si tenemos en cuenta lo escasos y caros que eran, solo sería posible si a los mismos se pudiera acceder de forma gratuita.

La Biblioteca era entendida por Larrañaga como un templo dedicado a las Artes y Ciencias, y para que el mismo se constituyera .donaba todos sus libros menos aquellos que le eran de uso diario.

En el espíritu de la época fue comprendido que la felicidad del Estado dependía de los progresos en el terreno científico y que “las naciones cultas miraron siempre las Bibliotecas como el signo de la ilustración pública, el mejor apoyo de las costumbres, y de la Libertad y por consiguiente el arma más terrible contra la tiranía, que solo funda su execrable imperio a favor de las sombras de la ignorancia”.  (Archivo Artigas, tomo 21 pág. 340)

En la Oración Inaugural refiriéndose a Euclides y Arquímedes acota que es imposible nombrarlos sin acordarse de las matemáticas, tras ello expone lo siguiente:

“Estas ciencias que dan exactitud al entendimiento, sujetan a cálculo los astros, miden el curso complicadísimo de las aguas, arreglan el movimiento de los cuerpos, y aun de la misma velocidad de la luz. La Mecánica, Hidráulica, Óptica, Catóptrica, Dióptrica, Astronomía, Navegación, Cromónica, Geografía, etc. ¡Qué campo tan inmenso, jóvenes, y qué estudios tan útiles!...” (Larrañaga, 1923: 142)

            Es evidente teniendo en cuenta la cita anterior el valor que Larrañaga le atribuye a la enseñanza de las ciencias, sobre todo en lo que tiene que ver con sus efectos prácticos. En esta misma Oración alude a que nuestro país (que se encontraría en una “infancia política”) posee una inmensidad de necesidades las que pueden remediarse mediante el aprendizaje de las ciencias, sin desconocer el progreso que las mismas pueden sufrir. En este país “hay que abrir caminos, elevar calzadas, construir puentes, hacer canales, poner compuertas, limpiar vuestro puerto, rehacer el muelle, fabricar arsenales, fortificar el recinto, traer aguas potables, levantar planos, distribuir la campaña, secar pantanos...” (idem)

            Continua diciendo que la Astronomía es una ciencia que debe ser llevada a cabo en nuestro país, puesto que aquí no tenemos “el cielo cubierto que ocultaban los astros a Kepler, ni esas enormes montañas que por su atracción perturbaban el péndulo de Condamine y Jorge Juan.” Consideraba al estudio de la astronomía un importante estudio a ser llevado a cabo, por el hecho de que poder realizar observaciones en un cielo tan despejado y con tan buen paralaje a las de Europa permitiría un perfeccionamiento de la misma; además que medir los arcos del meridiano permitirían sacar toda duda acerca de la figura de la Tierra, lo cual consistía en uno de los problemas más importantes.

            También recomienda el estudio de la Maquinaria, debido al hecho de que América no contaba con brazos suficientes, y no siendo la esclavitud la forma más sensata sino que la menos honrosa de suplirlos.

            Plantea que el desarrollo de las naciones es posible a través del fomento de la Agricultura y el Comercio, considerando a estas últimas las ruedas sobre las que gira el gran carro cargado con todas las riquezas de las naciones, pero dichas ruedas necesitan impulso. Ese impulso sobreviene del estudio de la Naturaleza, tanto es así que dice: “Estudiad el gran libro de la Naturaleza, de esta madre fecunda y siempre nueva. Vuestros descubrimientos harán honor a vuestra patria, y aumentarán los renglones de su tráfico y cultivo. Linneo el hijo más querido, el intérprete más fiel a quien ha revelado todos sus arcanos, Buffon el Plinio francés, su elocuente panegirista, Castel su compendiador, Tournefort, Jussieu, Bomate, Haliy, Kirwan, Quer, Molina, Ruiz y Pavon, Ortega, Cavanilles, Azara y otros célebres expositores de la naturaleza, que adornan estos estantes, son los mejores maestros que pueden dirigirnos en tan importantes investigaciones. Vuestro país abunda en producciones nuevas; y en este corto recinto, en medio de las más serias ocupaciones de mi ministerio, he clasificado y descrito sistemáticamente más de mil especies desconocidas en sus tres Reinos. Si la Química entra a analizarlas, encontrará tesoros muy preciosos para las Artes y para la Medicina.” (Larrañaga, 1923: 143-144)

            Vemos que en lo referente a la enseñanza de la ciencia, Larrañaga tanto  en la Oración Inaugural de la Biblioteca, en su correspondencia y en su Diario de Historia Natural (manuscrito, 1824) enumera una serie de obras de divulgación científica y matemática conocidas en la Banda Oriental en el primer cuarto del siglo XIX.

            En 1820 el padre Camilo Enriquez presentó ante las autoridades lusitanas un plan de educación pública en idiomas, lógica, dibujo y matemáticas puras y aplicadas. En dicho proyecto proponía que el maestro enseñara aritmética, álgebra aplicada a la resolución de ecuaciones, geometría teórica y práctica, trigonometría esférica, secciones cónicas, cálculo diferencial e integral, trigonometría plana y mecánica con el fin de aplicarse a oficios, mecánica y fortificación.

            Tal proyecto fue pasado a informe de varias personas entre las que se encontraba Larrañaga, y que se expidió en los siguientes puntos. En primer lugar recuerda que la “educación hace al hombre la gloria de su pueblo y el consuelo de sus semejantes”. (Larrañaga, 1923: 152) En segundo lugar encuentra que tal proyecto es muy diminuto, en tanto queda reducido a un mero curso de Matemáticas e Idiomas. Por lo que en tercer lugar pasa a enumerar que ciencias y/o saberes deben estar contempladas en el mismo, sobre todo cuando el interés como defiende Larrañaga está en poner a la capital de la Provincia al nivel al menos de las otras de su clase.

            Ante esto él considera que deben estar incluidas la Lógica y otras partes de la filosofía tras una severa reforma; también Ética y Dogma que nos enseñan los deberes para con Dios y los hombres.

            Acto seguido menciona como ya lo había hecho en otros lugares a la Física que nos enseña y da a conocer todos los seres que nos rodean. A la Fisiología también la considera necesario estudio en tanto nos enseña la formación, el desarrollo del feto, así como el funcionamiento del organismo. No se olvida de la Química, ni de la Historia Natural considerando a esta última ciencia la más útil en América, donde todos sus objetos son nuevos y sin cuyo conocimiento no se descubren sus inagotables tesoros subterráneos que hacen la envidia del otro continente.

            También recomienda a la Historia y la Cronología siempre y cuando no queden reducidas a una mera secuencia de hechos y de datos. A la Geografía, y a la Agricultura también las tiene en cuenta, la última como la ciencia más necesaria al hombre que saca su alimento de la tierra, y sobre todo si se tiene en cuenta que con pocas lecciones ya se aprende su teoría.

            No se olvida del Dibujo que no puede consistir únicamente en la copia de rostros y manos europeas, sino que en mostrar que el americano tiene otro ángulo facial y otros contornos; además de enseñar a copiar la perspectiva y paisajes de estos hermosos cuadros con que la naturaleza ha embellecido nuestro territorio.

            Por otro lado considera que son de gran utilidad varias ramas de la Literatura y bellas artes cuyo deleite puede ser beneficioso para los jóvenes en cuanto al modo de vivir.

Al año siguiente Larrañaga introdujo el sistema lancasteriano de instrucción mutua que permaneció en vigencia hasta 1874. Aquella nueva enseñanza abría las puertas a una instrucción científica más diversificada que la de Enriquez, incluyendo nociones de física, electricidad y química. En su carta al gobernador portugués Lecor (1820) Larrañaga dijo que para él aquel momento era: "La ocasión más favorable para imprimir en el ánimo de nuestros jóvenes el gusto y principios de las ciencias. Cuanta utilidad se reporta de la Física (...), la Electricidad (...) la Química (...), la Fisiología (...), la Historia Natural (...), la Historia y la Cronología (...), la Geografía (...) y la Agricultura, la ciencia más necesaria al hombre que saca de la tierra su principal alimento y el fondo más sólido de las riquezas de un estado." (Pierrotti,1999)

No es posible ignorar en los escritos de Larrañaga como la enseñanza de las ciencias están vinculadas a sus aspectos prácticos, por lo que es interesante recordar las notas y comentarios que agrega sobre los usos medicinales o de aplicación a la industria que poseen las hierbas y plantas clasificadas.  

Para culminar, mucho más hay para decir de Don Dámaso Antonio Larrañaga quien abrió la puerta a la cultura de este país y quien merece que nosotros no nos olvidemos del trabajo llevado a cabo por él en esta tierra.

Será cuestión de trabajos posteriores ahondar en las fuentes e influencias que los naturalistas europeos incidieron en él, así como si asume una visión teleólogica y funcional de la naturaleza.

  Bibliografía

ALVES PATIÑO, Alberto (1953), “Larrañaga. Estudio histórico - biográfico”. En Enciclopedia de Educación. Año XIII, nº 2. pp. 131-243.

ARAUJO, Orestes (1891),” Perfiles

Biográficos”.  Juan J. Dornaleche, 1912.

ARDAO, Arturo, (1971), “Etapas de la inteligencia uruguaya”, Departamento de Publicaciones, Universidad de la República, Montevideo.

BOWLER, Peter J./ RHYS MORUS, Iwan, (2007) “Panorama general de la ciencia moderna”. Barcelona: Crítica.  

ESTRADA, Javier, en www.botanica.ciens.ula.ve

FALCAO ESPALTER (1926), El Uruguay entre dos siglos. Biblioteca Artigas. Colección de Clásicos Uruguayos, v. 162, Montevideo, 1983. 

LARRAÑAGA, Dámaso Antonio (1910), Viaje de Montevideo a Paysandú. Escuela Tipográfica Taller Don Bosco, Montevideo, 1930.

LARRAÑAGA, Dámaso Antonio, Escritos de don Dámaso Antonio Larrañaga. Imprenta Nacional, Montevideo, 1923. 3v. 

NIETO, Mauricio, Historia natural y la apropiación del nuevo mundo, en   www.icanh.gov.co

 




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FERMENTARIO - Departamento de Historia y Filosofí­a de la Educación. Instituto de Educación. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad de la República. Uruguay. ISSN 1688-6151

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